CRÓNICA DE UN DESPIDO ANUNCIADO
- Julia Sires
- 30 nov 2017
- 7 Min. de lectura
CRÓNICA DE UN DESPIDO ANUNCIADO
El 1° de noviembre se sumaron 300 despidos a los 700.000 sucedidos durante la era Macri. Los cesanteados eran locadores de obra del Programa Federal “Incluir Salud”, que es parte de la administración pública provincial radicada en La Plata y del que son beneficiarios sectores marginales de la sociedad.

Despedidos de Incluir Salud, cortando calle 50
Julia llegaba todos los días a su trabajo, en la sede central del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, caminando por calle 51, alrededor de las nueve de la mañana, después de dejar a su hija en el jardín maternal. Le gustaba comprarse un capuchino de vainilla en el kiosco de Fernando y pagar con cambio, para no perder tiempo. No se sacaba los lentes de sol hasta que cruzaba la puerta de la Tesorería y saludaba con un “hola” general, a no ser que alguien apareciera en su camino. No hablaba con nadie hasta que llegaba Toto, su compañero, el que la hacía reír toda la mañana, el único que le caía bien -y el que también le anunciaría, con tristeza, que estaban fuera del juego-.
Desde temprano ella atendía al público y siempre se quedaba una hora más de la que le correspondía, sobre todo desde que asumió el gobierno de Mauricio Macri y la amenaza de despido se volvió latente, tanto que la obligó a renunciar al período de lactancia de su hija: “¡A ver si un día vienen a ver si estoy laburando y no me encuentran!, ¡Van a creer que soy ñoqui!” decía ella, en su momento.
Cuando comenzó a trabajar estaba feliz, llevaba a Justina dentro de su vientre y creía que este trabajo era el pan que ella traía bajo el brazo. Un mes antes de iniciar las actividades laborales, le explicaron cómo inscribirse al régimen del monotributo, cómo facturar todos los meses y por qué monto. Nunca le hicieron firmar un contrato, nunca le dijeron cuánto tiempo iba a trabajar.
“Un laburo en el Estado es algo seguro, es para siempre, no te echan más, así pensaba yo cuando entre en el Ministerio. Nunca me di cuenta de que, en realidad, cuando uno entra a laburar, lo más importante es un firmar ese papel que te va a respaldar en casos como este.”, aseguró Julia.
Desde hace una semana, Julia cumple su horario laboral en una vereda, en el hall del I.O.M.A. (Instituto de Obra Médico Asistencial) o cortando una calle. Llega al edificio a las nueve de la mañana, donde se encuentra con una cincuentena de trabajadores más, y se va a las tres de la tarde con la cabeza agachada y el peso en la espalda de no saber si va a volver a trabajar en una oficina del Estado algún día. Estos trabajadores realizan Asambleas todos los días y establecen las medidas de fuerza y un “plan de lucha”. En total son 300 los despidos y sucedieron en toda la provincia de Buenos Aires.
De la misma forma en que suceden los accidentes trágicos, ocurrió de un día para otro, sin aviso previo -aunque ella lo veía venir desde hace rato-. El 30 de octubre, Toto le mandó un audio de WhatsApp comentándole la situación y ella no lo creyó hasta que, el 1 de noviembre, se encontró cortando calle 50 mientras colgaba sobre su cuello un cartel que rezaba “ESTOY DESPEDID@”.

Despedidos de Incluir Salud, cortando calle 50.
“Son esas cosas que uno sabe que van a pasar, pero quiere creer que no, desde que se firmó el decreto que se vienen corriendo rumores. Cada vez que nos enterábamos de algo yo le decía a Toto que nos teníamos que preparar para lo peor porque este gobierno es así, primero te avisa entre comillas y después te cierra la oficina con llave y anda a reclamarle a tu tía.”, comentó Julia.
Cuando le fue a exigir una respuesta a su (ex) jefe, éste le pidió perdón, le hizo falsas promesas de sacarla de la situación que estaba viviendo y le entregó una nota donde se expresaba que ella quedaba en manos de las autoridades de “Incluir Salud”. Según cuenta Julia, él le había prometido reiteradas veces que no se iba a quedar sin trabajo, y sin embargo le estaba entregando su desvinculación al Ministerio en mano.
Unos meses antes, quien era su jefe se había negado a firmar su facturación y el certificado de locación de obra alegando que, desde la firma del decreto que trasladaba a “Incluir Salud” a la órbita del I.O.M.A., ella no era más empleada del Ministerio -aunque había trabajado todo ese mes allí-. “Me dijo que no era problema suyo si yo no cobraba, que él no iba a poner su firma en cualquier lado.”. La misma persona que durante tres años le prohibió asistir a las asambleas realizadas por A.T.E. (Asociación de Trabajadores del Estado), para visibilizar el problema de la precarización laboral.
El 2 de noviembre, Julia y todos sus compañeros marcharon desde el Ministerio de Salud hacia el I.O.M.A. a exigir respuestas. Como en toda marcha, había destellos de tristeza camuflada en alegría, la alegría que transmitían los bombos y los cánticos. “¡Luche, luche, luche y que se escuche!”, cantaban todos a los gritos. Al llegar al edificio no lo dudaron: entraron y se instalaron en el hall, hasta que consiguieron una reunión con el presidente. A la misma entraron solo los delegados y el secretario general de A.T.E., mientras los demás los esperaban sentados, parados, tomando mate, charlando y llenos de incertidumbre. Durante la hora y media que duró la reunión no faltaron los llantos, los abrazos, las fotos, los cantos al grito de “I.O.M.A. hacete cargo” y las miradas intimidantes de los policías del lugar.

Despedidos de Incluir Salud, manifestándose hacia I.O.M.A. por calle 13.
Cuando los delegados aparecieron caminando en el balcón del primer piso, empezaron a sonar los bombos intensamente. Todos aplaudían, aunque les dolían las manos, hubo chiflidos, gritos, estaban felices de haber tenido un primer paso victorioso. Bajaron y habló Oscar de Isasi, el secretario general, quien comentó que el presidente negó los despidos al día de la fecha, pero que no aseguró ni las condiciones de contratación ni dio una respuesta segura en cuanto al traspaso del programa o al pago de los sueldos.
“Lo primero que pensé fue que se nos estaban cagando de risa en la cara, pero Oscar explicó que así son las luchas, que esto era un triunfo, aunque no lo pareciera y nos llenara de bronca. Nos dijo que ahora lo que teníamos que hacer era no bajar los brazos.”, manifestó Julia. Todos aplaudieron y algunos se abrazaron. En Asamblea se resolvió continuar con la medida de lucha y volver a marchar al I.O.M.A. al día siguiente para que los delegados presenten un petitorio, estableciendo un plazo de respuesta máximo para el lunes 6 de noviembre.
Carolina, la mamá de Julia, la acompañó durante todos estos días a marchar y luchar por su trabajo. Ella llora en cada ocasión y repite frases como “esto ya pasó antes”, “vienen por todos”, “parecen los 90”-período en el cual sucedió la última crisis económica y social argentina-. Su hija no entiende, sus veintidós años le quedan cortos para comprender lo que se vivenció en esa parte de la historia, pero también llora, porque tiene deudas y una hija, y no sabe si el mes que viene va a tener plata para comer.
Llega el 3 de noviembre y, en las puertas del edificio de “Incluir Salud” en calle 50 entre 17 y 18, se pasa el petitorio de mano en mano para que todos lo lean. Son las diez y media de la mañana, se realiza una Asamblea y se decide que lo mejor es volver a hacer ruido en el I.O.M.A. y acompañar a los delegados en la entrega del petitorio. Otra vez marchan todos juntos -aunque hoy son menos, porque no es fácil llegar a La Plata desde La Matanza o Morón- cantando “¡Unidad de los trabajadores y al que no le guste, se jode, se jode!”. Desde un cuarto piso se abre una ventana y una persona grita “Vayan a laburar, vagos”, ni siquiera en días tan frágiles los argentinos se pueden librar de sus prejuicios.
un lugar común para la sociedad. En estos últimos tiempos, los reclamos por despidos de trabajadores estatales no lograron convocar al resto de la ciudadanía no afectada, que los ve como personas privilegiadas, con un atisbo de envidia, más allá de lo que ganen o las condiciones contractuales en las que se encuentren. Las palabras “ñoquis” y “vagos” se escuchan con frecuencia cuando se habla del tema, recurso muy bien utilizado por parte del Gobierno para justificar las cesantías en cada ocasión correspondiente. Sin embargo, los estatales se apoyan entre ellos:
“Estábamos movilizándonos por calle 13 y paso algo que me conmovió mucho, nunca me lo habría esperado. Empezaron a caer papelitos del cielo, encima nuestro, mientras caminábamos, los habían tirado desde el Colegio de Abogados y el Banco Provincia, esos lugares que uno cree que son super conservadores y caretas. Agitaban las manos por las ventanas y nos chiflaban. La gente también nos tocaba bocina y nos pedía fotos para difundir en Facebook, aunque no eran muchas personas las que hacían esto, me sentía muy feliz de saber que había alguien que nos acompañaba y apoyaba nuestra lucha, que no nos consideraba unos vagos, ñoquis, que no teníamos ganas de laburar.”
El Programa Federal “Incluir Salud” se creó hace doce años con el objetivo de garantizar el acceso a los servicios públicos de salud a madres de siete o más hijos, personas con discapacidad y adultos mayores de 70 años titulares de Pensiones No Contributivas (PNC). El mismo funcionaba bajo intermedio del Ministerio de Salud, pero en febrero se firmó el decreto N° 234/17 E por el cual el I.O.M.A. absorbería al programa y la nómina completa de sus empleados, en un plazo de 120 días a partir de la promulgación del mismo (la cual sucedió en Julio).
El 30 de octubre el director del programa, Sergio Tomasini, le dijo a Facundo, delegado de A.T.E. (Asociación de Trabajadores del Estado) que la gobernadora María Eugenia Vidal, le había informado que de 350 empleados debían quedar solo 50. El rumor corrió a la velocidad de la luz.
Este accionar por parte del Gobierno no es un hecho aislado, ya son 700.000 los despidos en todo el país durante la era Macri. Este caso en especial se relaciona directamente con la quita de pensiones por invalidez sucedida a mediados de junio de este año, por parte de la Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Situaciones que dejan expuesta una clara política de ajuste y achicamiento del Estado.
Al día siguiente, Sergio informó que había amenazado con renunciar si esto se llevaba a cabo. La conmoción provocó que el 1 de noviembre A.T.E. legalice un paro de los trabajadores de “Incluir Salud”, que se consideraron despedidos luego de los dichos de su director. A partir de ese día, los 260.000 beneficiarios del programa se encuentran la misma situación de incertidumbre total que los (ex) empleados del mismo, no tienen quién inicie sus trámites, quién les brinde los medicamentos -muchas veces oncológicos, dialíticos y biológicos- ni quién los atienda en las Regiones Sanitarias. Sergio todavía no renunció.

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