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EL PLACER DE VESTIRSE

  • Astrid Baumann
  • 30 nov 2017
  • 5 Min. de lectura

EL PLACER DE VESTIRSE

Son las 12 del mediodía, el día laboral recién comienza entre el calor del verano y la sombra fresca. Busco un lugar donde esperar a la entrevistada, preferentemente un escalón en algún umbral de alguna puerta vecina. La veo llegar desde la esquina con su caminar inconfundible y la sonrisa amplia que te da siempre la bienvenida en donde estés.


Angelina Luberti, es la “entrevistada” pero también es mi amiga. Aun así jugamos a las profesionales y nos saludamos formalmente. Mientras espero a que abra las puertas del local, intercambiamos algunos recuerdos y preguntas que retomare al momento de grabar la entrevista.

Entro al local como si fuera la primera vez que estuviera allí. Detengo mi mirada en las estanterías con zapatos y collares. Las paredes tienen cuadros con colores vivos que invitan a la alegría. Lo que es hoy Pez-Pilchas y Caprichos fue en el pasado un garaje de una casa colectiva, depósito de las cosas que ya nadie usa. Angelina y Florencia, La Tolo de ahora en más, en octubre del 2016 transformaron el lugar para darle vida a Pez, un espacio para encontrar lo que no se está buscando.


Sigo observando los percheros con prendas de distintos colores y estilos, en medio un ropero sin puerta marrón, le da ese toque vintage que tanto atraen de las ferias americanas. En la puerta del local, ubicado sobre la vereda hay un atril y una pizarra escrita con tiza que indica “Pez #nueva temporada Primavera-Verano”. Una caja de saldos en la entrada, se propone atraer la atención de posible clientela que transite por calle 18.



La Historia


Pez Pilchas y Caprichos surge en el año 2015 como una tienda virtual de ropa usada. Angelina cuenta mientras acomoda la mesa que primero la idea era hacer ventas por internet, la base operaciones era su casa y las clientas, amigas que pasaban por ahí. También hacia viajes al barrio porteño de Once para comprar ropa y así aumentar el stock inicial. Luego, instaló un puesto en la feria de Parque Saavedra los fines de semana. Allí fue donde su amiga La Tolo se sumó. Primero al puesto compartido en el parque, luego a pensar cómo hacer de aquella manta y percheros un trabajo para ambas. La experiencia de Angelina en el rubro de las vestimentas y los materiales que ya tenían como los percheros, les permitió tener una base por dónde empezar. La Tolo aportó sus saberes informáticos para darle la vida virtualidad que se necesita para ser una opción en el mercado de las ferias americanas.


Hubo dos momentos que marcaron la historia de Pez. Uno cuando su mamá se jubila y necesita deshacerse de mucha ropa que usaba para ir a trabajar, y el otro cuando pasaron de la venta de ropa de internet a tener un local propio. En cada etapa fueron viendo que cosas necesitaban y como las llevaban a cabo, por ejemplo para organizar la ropa que les iba llegando, Angelina cuenta “Nosotras etiquetamos la ropa enseguida, porque si no después no sabemos de quién es, así que le ponemos un código”. Le pregunto intrigada como fue que pensaron ese curioso código que contiene las letras de los dueños de las ropas y un número identificatorio Entre risas, confiesa que lo robó la idea de otra feria americana.


La conversación sigue mate de por medio, confieso que me gustaría haber cebado, porque Angelina no sigue la ronda aun siendo dos. Cuando habla mueve muchos las manos, en una de ellas sostiene un cigarrillo con el que dibuja siluetas con el humo en cada giro. Sus movimientos se frenan cuando piensa en que responderme: “¿Qué significa para vos la reutilización de la ropa?”, mira para arriba, contesta: “Eso en parte es así, yo me dedico a la restauración de muebles cachuzos. Entonces yo soy fan de recuperar. Ya hay demasiadas cosas en el mundo como para seguir produciendo” y señala que si bien el concepto esta bueno, lo cierto es que también es una moda lo de lo sustentable, “el recicle”.


Cuando pensamos en la situación de las ferias americanas en la ciudad, podemos ver que existen desde hace tiempo pero que últimamente han proliferado, la situación económica hace que muchos sectores tengan que buscar indumentaria por otros medios más baratos y que haya gente con la necesidad de ofertas de prendas usadas. En ese mercado hay variaciones, algunas son como Pez, que ofrecen un estilo vintage y de aceptan cualquier tipo de ropa, o los locales que aceptan exclusivamente ropa usada de marca. Quien compra este tipo de prendas obtiene a un precio accesible, lo que en un shopping se compra carísimo. Sin embargo el público que visita Pez es distinto. Angelina describe a su clientela como “mujeres que trabajan en casas de la zona, jovencitas, transeúntes, y algunos albañiles que vienen específicamente a buscar ropa de trabajo”. Remarca que la ropa masculina escasea por que se suele usar hasta que este rota, pero que ropa de mujer abunda y últimamente es de mala calidad.


“Te dejo una bolsa de ropa”


Dentro del mueble sin puerta puedo observar un bolso con ropa de invierno. En un costado al lado de un perchero hay una caja con ropa desordenada, Angelina me dice que todavía no la habían ordenado ni etiquetado. “La ropa se recibe a consignación, viene una persona con una bolsa de ropa, le ponemos etiquetas y luego precio. De cada venta un porcentaje queda para quien trajo la ropa”. Dice que si bien tienen todo ordenado no todos los clientes y clientas vienen a buscar su parte, con algunos se comunican a través de Facebook, con otros como la entrevistadora, se le otorga un tipo de crédito. Al finalizar el encuentro, quien escribe se gastó su crédito y un poco más en algunas prendas hermosas.


Afirma que no es mucha plata la que se recauda por que venden la ropa barata, y antes que nada, o de dejar la ropa en la calle a algunos les conviene lo que ganan dejándola ahí. Antes, recuerda, no eran así las ferias americanas no recibían ropa a consignación, ahora hay muchas chicas que aceptan la mercadería, y para algunas personas 100 pesos hoy sirve. Mientras conversamos entra una joven de escuela privada al local, saluda y se pone a investigar los percheros, se toma su tiempo pero se va sin comprar nada.



¿Por qué se armó Pez?


Cuando se abre un negocio, se espera poder vivir de lo que se invierte. Sin embargo, no siempre se puede lograr ese objetivo, Angelina cuenta que para una persona y sus gastos diarios Pez-Pilchas y Caprichos alcanza, pero no para vivir. Dice que deberían estar más horas y mejorar la publicidad, además que el tener un negocio de restauración de muebles le lleva tiempo que en otro momento se lo dedicaba a la feria.


Sin bajarle la persiana al local, afirma que en algún momento soñó con poder “tunearla de alguna manera”la ropa que llega a la feria con cositas para mejorarlas pero dice que la costura no se le dio y que hoy necesita poder vivir de su trabajo. Deja abierta la puerta al mundo de la costura.


Mientras prende un nuevo cigarrillo, rememora como si se confesara, “antes de tener el local de ropa nueva, compraba mucha ropa, cara. Después cuando tuve el local y me di cuenta de lo que remarcaba las prendas y deje de comprar ropa”. Lamenta haber encontrado las ferias americanas tarde en su vida, resalta cada palabra que dice cuando señala que disfruta mucho del rubro de la indumentaria aun cuando su ropa se encuentra distribuida en tres cajones y que sólo guarda las camperas de temporada. No le hace falta nada, en materia de prendas de vestir. Lejos de pensar la ropa como algo superficial, su recorrido le permite afirmar que no volvería a comprar ropa en un local céntrico ni que le paguen. El placer de buscar en ferias americanas esas joyas que otra persona ya vistió es inigualable.







 
 
 

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