MUJERES POR EL ENCUENTRO
- Bianca Sinisi
- 30 nov 2017
- 8 Min. de lectura
MUJERES POR EL ENCUENTRO
Viernes 14 de octubre. El horario previsto de salida era a las 14:00. El micro otorgado por el Estado estaba llegando 2 horas tarde. Mientras asistían todas al punto de encuentro, tomábamos mate, circulaba un celular con audios de los cantitos que luego íbamos a gritar junto a otras miles de mujeres. Una vez subidas al micro, nos bajaríamos a los 40 minutos por un problema en la correa, decía el chofer. Nos ofuscamos un poco al mirar por la ventanilla y sabernos en la autopista Bs. As – La Plata. Lo que no sabíamos era que ese percance iba a ser el primero de unos cuantos en todo el viaje.

Es el 32° encuentro nacional de mujeres autoconvocado, horizontal, autofinanciado y democrático, lo cual hace que con esta modalidad sea el único en el mundo. Todos los años miles de mujeres nos organizamos para asistir (agrupadas o no) a la provincia electa por “aplausometro” el año anterior, con la idea de seguir pensando, problematizando cada una de nuestras experiencias en el hogar, la facultad o la fábrica y hacer de la lucha una lucha colectiva.

Radio abierta en la plaza 25 de Mayo
El Estado puso a disposición 20 micros, de los cuales 2 se otorgarían a la ciudad de La Plata. De unos de esos micros dispusimos con Mujeres por el encuentro, la organización con la que viajé.
Mujeres por el encuentro nació hace dos años, impulsado por algunas de las que militaban en La Marejada, con la intención de reunir mujeres con distintas ideologías políticas, con distintas posturas, pero con la idea en común de generar un espacio donde poder contenerse, formarse y organizarse. No pertenece a ningún partido político, pero sí militan dentro de la organización mujeres que en paralelo también lo hacen en distintos partidos.
“La inquietud de armar una organización de mujeres siempre la tuvimos, siempre estuvo latente, pero antes sólo nos juntábamos a organizar el viaje y no nos conocíamos entre nosotras. Entonces empezó a surgir esta necesidad de plasmar y poner en discusión la experiencia al volver.” Me cuenta Anita, impulsora, integrante de Mujeres por el Encuentro y militante del PCR. Es su 9no encuentro y asegura que vuelve con la cabeza llena de ideas y preguntas.
Cuando llegó al lugar acordado para la entrevista, Anita no me dio tiempo a prender el grabador que ya me estaba dando la mejor información con ese tipo de frases que una no puede pasar por alto. Con palabras e ideas simples, Anita dejaba al descubierto su pasión y su compromiso, no sólo como militante de un partido político o como feminista sino también (indefectiblemente) con una clase social, junto a las que tienen que mentirle a sus maridos para asistir al encuentro, a las que no tienen otra manera de militar que no sea con los chicos a cuestas y dentro de su barrio.
“Para mí es un pecado no contagiar esto que siento y que pienso” y cuando lo dice abre los ojos grandes y mueve la cabeza de un lado a otro en forma de negación.
“Nosotras nos reunimos una vez por semana, en reuniones abiertas. No se necesita ningún requisito para participar. En el año se mantiene un numero de 15 mujeres, aproximadamente, que llegado el momento del encuentro crece mucho porque se acercan mujeres que quieren viajar y son bienvenidas. Nosotras las hacemos parte del espacio”.
Como me hicieron parte a mí. Empecé a ir a las reuniones para viajar al encuentro, a partir de que una amiga me contara que era un buen espacio y que viajaba con ellas hacía dos años. Mi primera reunión fue en el marco de la organización de una varieté para recaudar plata. Llegamos con mi amiga y estaban todas explayadas en una especie de arte al ataque, preparando la decoración del salón. Una hacía un cartel que decía “yo viajo al encuentro”, otra, unos hermosos corazones en 3d y otra había donado una pollera súper colorida para hacer banderines. Todas lo hacían con un cariño y empeño que me hizo bien. A mí me quedaron los dedos manchados de tanto hacer guirnaldas con papel crepé. Durante el año se organizaron varietés, cine-debate, vendimos sorrentinos y rifas. Y todo para que ninguna se quede afuera, porque la plata (sostienen con toda convicción) no debe ser un impedimento.

Mujeres por el encuentro (Foto: JCR)
Anita dice como pensativa, recordando: “Nuestra idea siempre fue armar una multisectorial donde haya estudiantes, docentes, campesinas, movimientos barriales, con varios sectores. No reducirlo solo al ámbito universitario o político donde quedarían afuera muchísimos de los problemas diarios de las mujeres comunes que nos atraviesan a todas. Esto nos parecía fundamental para combatir la violencia porque -afila las cejas y concluye- sin mujeres no hay revolución.

El viaje había comenzado digamos que no muy bien. Nosotras seguíamos sentadas, hablando con la de al lado, la de atrás y la de adelante a ver a qué taller íbamos a ir, tocando la guitarra, cantando, comiendo, contentas y tomando mate, siempre tomando mate. Algunas empezamos a sentir un olor a nafta cada vez más intenso, cuando el chofer para en una estación de servicio donde estaba previsto cenar. El charco de nafta alrededor del micro era gigante y las caras se tornaron sombrías. Cuando alguien prendió un cigarrillo, otra un poco extremista gritó “No, que podemos explotar!”. Se formó una ronda donde las organizadoras, conscientes de la situación trataron de blanquear lo que estaba sucediendo: el micro era prehistórico y estaba en condiciones deplorables y así no se podía seguir. Reconozco que ya estaba demasiado sumida en la emoción y eso me cayó como un balde de agua fría. Yo estaba dispuesta a seguir pese a todo, quería llegar a Chaco, como muchas otras tenían miedo, realmente. Mediante un consenso tomamos la decisión de seguir y pedir a la empresa que nos envíe otro micro en condiciones. Después de cenar nos subimos, un poco sin saber qué iba a pasar pero queriendo creer que ya estaba todo bien. Nos dormimos deseando despertar en Resistencia. Pero no. a las 12 de la noche me despierto porque el micro estaba parado en medio de la autopista que va a Rosario. Ahora no era el micro, era un accidente que nos mantuvo inmóviles durante 5 horas.
Era irreversible, no íbamos a llegar a tiempo por lo menos al acto de apertura. Cuando por fin el micro arrancó todas respiramos profundo, deseando que nada más se interponga.
Es la segunda vez que se hace en Chaco. La primera fue en 1989 con 10.000 participantes. Pero es el primero en la historia de los encuentros con tanta presencia de mujeres indígenas.

Mujeres de la Comisión Organizadora en la marcha (Foto: JCR)
El corazón del encuentro está en los más de 70 talleres presentados que tratan temas como el aborto, las relaciones de pareja, la salud, la feminización de la pobreza, el sistema penitenciario, entre otros. En este espacio las mujeres nos encontramos para hablar de igual a igual, para escuchar y compartir experiencias únicas, ideas, problemas, consensuando y proponiendo, rompiendo con la modalidad de tipo “seminario” donde algunas hablan y las demás escuchan.
A las 9 de la mañana nosotras despertamos en la provincia interminable de Santa Fe. Cada vez que alguna preguntaba dónde estábamos; “en Santa Fe”, respondía otra. La misma pregunta y la misma respuesta durante muchas, agotadoras horas. En ese mismo momento una de las oradoras encabezaba el acto de apertura diciendo que “en la búsqueda de la equidad, la elección del Chaco es un acierto que quiebra con el sistema de explotación basado en la centralización del poder. No es casual que ahora estemos todas juntas y en Resistencia, cuando en Argentina se vienen profundizando las desigualdades económicas y sociales que devienen en una escalada de la feminización de la pobreza.”
El impacto de las políticas neoliberales sobre las mujeres, el aumento de la desocupación y los despidos, la represión de la protesta social y en particular de los pueblos originarios que defienden sus tierras, las consecuencias de las violencias machistas y la criminalización del aborto, la impunidad de los femicidios con el aval de la justicia patriarcal, la agudización de la lesbotransfobia, la falta de reglamentación de la ley de cupo laboral trans en el municipio de Resistencia, los recortes de personal en el Programa Nacional de Educación Sexual y del presupuesto del flamante Instituto Nacional de las Mujeres para combatir la violencia de género, fueron los ejes principales del documento con el que se inauguró el 32 ENM.
Nosotras, seguíamos en Santa Fe.
Llegamos a las 17:00, tarde para el acto de apertura y para la primera sesión de los talleres. Pero no importaba, estábamos felices de bajar de ese micro después de más de 20 horas de mal viaje y a las 18:00 había actividades culturales y feria en la plaza 25 de Mayo. Dejamos nuestras cosas en la escuela donde nos íbamos a alojar, nos preparamos y salimos. Tomamos un colectivo de línea que se llenó en menos de un minuto por mujeres de todas las edades, de todos colores, que el chofer miraba como esperando que termine el ascenso.

Plaza 25 de Mayo durante la feria
Al día siguiente, después de haber participado en la segunda y última sesión de los talleres, nos concentrábamos en la plaza para dar lugar a la reivindicadora y famosa marcha de cada año.

Nos concentramos de a poco y con cierta ansiedad esperando a las que faltaban. La marcha no es sólo una caminata, se la siente como el broche de semejante movimiento donde pudimos reunirnos, estando más juntas que siempre, cantando lo mismo. Nos ponemos nuestra mejor remera, nos pintamos la cara y el cuerpo como quien se prepara para el evento más esperado.

Compañeras de Mujeres Por el Encuentro durante la marcha (Foto: JCR)
La mañana siguiente madrugamos para equipar todo lo nuestro y emprender el viaje de vuelta, no sin antes acudir al acto de cierre donde con las compañeras de La Plata propusimos nuestra ciudad como territorio para el próximo encuentro.
Esa mañana fue la más densa de todas. El calor y la humedad no dieron tregua y varias compañeras se descompensaron. Volaban botellas de agua por doquier, los enfermeros entraban y salían de la multitud como podían. Después de realizar el aplausómetro por tercera vez se definió que el próximo encuentro se realizaría en la provincia de Chubut.
Arrollamos las banderas y fuimos en busca del micro. El micro que creíamos renovado, cambiado o arreglado, era el mismo en el que habíamos llegado. Tomamos la ruta y en el medio de aquella provincia interminable (Santa Fe) se dio lo más temido: el micro se rompió de nuevo. Esta vez la correa, o el gas, o ya no interesa enumerar la cantidad de problemas que acarreaba ese vehículo y el pobre chofer, que estaba haciendo cualquier cosa por no perder el trabajo. Así fuera viajar en condiciones deplorables al Chaco.
Arriba del micro no se podía estar, se pegoteaba la ropa al cuerpo, estábamos transpirando y quedaba poca agua. Bajamos y nos rendimos en el pasto, era la hora de la siesta en un pueblito sin nombre. Al otro lado de la ruta había un almacén donde una de las chicas tuvo la brillante idea de comprar helados. Después de 6 horas de reposo campestre, vino un micro con espacio para unas 20, en el cual se irían las mujeres que necesitaran llegar a La Plata con más urgencia. Las demás nos quedamos, un poco por buena onda, otro poco porque realmente no había necesidad de volver, y a esa hora qué más daba. Pese a todo, la pasábamos bien.
Una vez sentadas en el micro nuevo, limpio y flamante, cayó la ficha de que estábamos volviendo, ahora sí no había correa ni nada que se interponga. Llegaríamos a La Plata a las 10:00 de la mañana siguiente. Eso si no nos hubiéramos topado con un corte de ruta…

Comentarios